Fina Birulés sobre Hannah Arendt

jueves, 23 de octubre de 2008

Fina Birulés sobre Hannah Arendt



Fina Birulés, profesora de filosofía contemporánea en la Universidad de Barcelona es quizás una de las académicas que mejor conoce en España el pensamiento de la pensadora Hannah Arendt. La profesora catalana que coeditó el volumen colectivo En torno a Hannah Arendt, compiladora de textos De la historia a la acción y autora de una magnífica introducción al libro de Arendt ¿Qué es la Política? está terminando ahora una especie de monografía sobre esta escritora incalificable que aparecerá próximamente en Crítica bajo el título: Una herencia sin testamento, que trata de presentarla justamente como interlocutora posible en los debates contemporáneos.


Interlocutora posible –explica Fina Birulés– pero siempre incómoda porque acostumbraba a cuestionar los términos en que planteamos nuestros debates, especialmente los que tratan de acercarla a posiciones en las que se supone que sabiendo qué pensar se sabrá como actuar políticamente.


José García Abad: En efecto, Arendt no ha formulado nunca un “qué hacer” en política, algo que se aproxime a un programa, sin embargo, quizás se pueda obtener de ella alguna aportación útil en un momento como éste, de perplejidad para la izquierda. Es un hecho que, últimamente, quizás desde el derrumbamiento del comunismo ruso, Hannah Arendt ha despertado un enorme interés en la izquierda.


Fina Birulés: El nuevo interés en Arendt a partir de finales de los ochenta, en nuestro país, tiene que ver con el hecho de que en su obra hay una rehabilitación, una tentativa de redignificar la política, lo político en su especificidad . Por otro lado, encontramos en ella una crítica muy valiente a los planteamientos de Marx, de los que era buena conocedora e incluso llegó a proyectar un libro sobre él del que se conservan fragmentos importantes. En este sentido, sí creo que es útil a la izquierda, por lo que representa un análisis valiente de los planteamientos de Marx, y un intento de repensar lo político en su especificidad, como distinto a lo social.


J.G.A.: Se reprocha a Arendt justamente el que no pone todo el énfasis que tradicionalmente ha puesto la izquierda en la justicia social. Parece que su concepto de la política es un tanto elitista y no fácil de entender, como una acción demasiado sofisticada, como de diseño, algo relacionado más con el arte o una afición para espíritus refinados sin finalismo concreto que como instrumento para cambiar la sociedad. De hecho, ella admite explícitamente que su concepto de la política no tiene tal finalidad.


F.B.: Su distinción entre lo social y lo político es ciertamente muy problemática, pero ilumina algunos de los problemas de la política moderna. Me refiero al hecho de que, por ejemplo, cuando habla de la revolución: de las revoluciones modernas, de la francesa y de la declaración de independencia de Estados Unidos, subraya que el drama de estas revoluciones, incluida la rusa, es que son tentativas de reinstaurar la libertad, de reiniciar o de refundar la ciudad, siempre a costa de la libertad. En la Revolución Francesa, por ejemplo, la cuestión social acaba por eliminar todo el territorio de la libertad política y lo mismo ocurre con la Revolución Rusa. Se concentran en resolver la cuestión social, suponiendo que la resolvieran, a costa de la libertad política. La revolución norteamericana, que surge según Arendt como una revolución política, acaba también por olvidar sus orígenes para convertirse en mera administración de bienes. Arendt trata de diagnosticar la política moderna, más que dedicarse a hacer una nueva propuesta, si bien, aplaude por ejemplo, el movimiento de los consejos húngaros.


J.G.A.: Aplaude los soviets, los consejos de obreros y campesinos, y acusa a Lenin de traicionarlos imponiendo una dictadura del partido. Pero las pocas propuestas concretas que hace Arendt en este terreno político hoy no tienen ninguna vigencia. En el otro extremo da la sensación de que preconiza una especie de nuevo sufragio censitario, fijado no en razón de la propiedad sino en la cultura y en la “libertad” o refinamiento de quienes pueden permitirse actuar en política. Es como si quisiera recuperar la vieja polis en la que los ciudadanos podían dedicarse a la política porque para trabajar ya estaban los esclavos.


F.B.: En el fondo, Arendt no elabora propuestas concretas. Utiliza una serie de categorías, a veces problemáticas, pero que sirven para tratar de dar cuenta de lo que está ocurriendo en su momento, más que de hacer propuestas políticas de futuro. En numerosas entrevistas se le pregunta cómo cree que irán las cosas, qué apuestas hará, y ella responde que el mundo de los agentes humanos es un mundo que se caracteriza por su imprevisibilidad, y que no puede dar indicaciones. Por supuesto, aplaude las posiciones republicanas, las posiciones demócratas, apuesta por el pluralismo, pero jamás dice cómo debería gestionarse esto en concreto. Yo diría que no lo dice voluntariamente. De ahí que resulta muy difícil ser arendtiano, pues no aparece en ella una voluntad de sistema sino una voluntad de pensar los acontecimientos, arriesgándose –cuando uno piensa en grande se puede equivocar en grande– a pensar los acontecimientos en su especificidad. De ahí que el libro en el que estoy trabajando se titule Una herencia sin testamento. Arendt ha dejado un montón de material sin instrucciones de uso.


J.G.A.: Cuando una persona de la valía de Hannah Arendt reflexiona sobre estos temas está marcando orientaciones políticas, aunque no lo quiera y, quizá, ésa sea la explicación de por qué ahora la izquierda se afane con avidez para ver qué se puede sacar en limpio. En definitiva, se comprende la pregunta un tanto irritada que le hace Morganthau : qué es usted, liberal, conservadora, progresista o qué. Por cierto, ¿qué contesta Arendt?


F.B.: Responde, con su característica impertinencia que no lo sabe y que no cree que contestar esta pregunta sea relevante. En algún momento, la caracterización que se ha hecho de ella como conservadora/anarquista tiene algo de verdad. Es alguien que apuesta por una política en la que la memoria tiene un peso muy importante, es decir, que conviene conservar o recordar las experiencias políticas del pasado, sean las de la polis , sean de la revolución, sean de los consejos... Y, por otra parte, hay otra apuesta muy fuerte por entender la política como la capacidad de acción, es decir, de irrumpir con lo nuevo, una capacidad de soportar lo imprevisible. En este sentido, es una mezcla de un cierto conservadurismo, no en el sentido político del término, sino de conservar lo que está a punto de desaparecer, y una fuerte apuesta por lo nuevo.


J.G.A.: Dice cosas muy chocantes, como que la libertad se ha conseguido siempre para algunos a costa de dominar a otros, como a los esclavos en la antigua Grecia. Es un planteamiento muy pesimista respecto a las posibilidades de la libertad y de la acción política.


F.B.: Quizás porque aplica una voluntad muy clara de no confundir la liberación con la libertad. Y en el caso de Arendt, una cosa es liberarse del dominio de otro, deberíamos decir, por ejemplo, emanciparse en el caso de la esclavitud, en lo que se refiere a las mujeres o a las clases inferiores, y otra cosa muy distinta es la libertad. Hay pocos momentos de libertad política en la historia de la Humanidad, y especialmente en el siglo XX, los momentos de libertad política son de una enorme fragilidad en opinión de Arendt. La libertad está caracterizada de una forma que no siempre es el espacio público tal como lo entendemos en las sociedades democráticas, donde en realidad los parlamentos hacen poco más que una administración de lo que hay. Arendt parece más bien señalar que es en los márgenes de esta esfera pública de las democracias representativas, donde a menudo aparecen acciones que todavía introducen algo nuevo en el mundo. Ésta es, precisamente, su definición de libertad. La libertad es una característica, un espacio donde es posible la acción, la novedad.


J.G.A: Hay que reconocer y agradecer en Arendt una visión tan radical de la democracia que sí puede servir a la izquierda si esta se entiende como una profundización de la democracia.


F.B.: En estos momentos, muchos intérpretes de Arendt y muchos teóricos de la política buscan en ella una fuente para reforzar su reflexión en torno al republicanismo, aunque su pensamiento no se deja reducir fácilmente a los planteamientos contemporáneos.


J.G.A.: ¿Qué otras fuentes sugiere usted? ¿Por dónde podría tirar ahora la izquierda?


F.B.: Hay una parte muy importante del trabajo de la izquierda que debería consistir, y esto igual es presuntuoso por mi parte, en una relectura, por ejemplo, de Marx, desde una perspectiva nueva. Han pasado muchos años, más de un siglo, y se impone una relectura de Marx, librándole de los prejuicios de quienes trataron de monopolizarlo. Es también muy interesante otra filósofa, que es contemporánea de Arendt , con la que no tuvo contacto, Simóne Weill. El tratamiento valiente del marxismo que hace Simóne Weill es muy interesante para una izquierda que quiera replantear su propia trayectoria.


J.G.A: ¿Habermas no sirve para esto? ¿Se ha quedado viejo?


F.B.: En el caso de Habermas hay una suerte de voluntad ecléctica de los diversos pensamientos, o de las diversas reflexiones críticas que ha habido en el siglo XX, es como una buena enciclopedia, un buen relato del pensamiento crítico del siglo XX pero, a mi modo de ver, su teoría de la acción comunicativa, por ejemplo, políticamente no aporta mucho. Permite reflexionar, pero no aporta mucho, a pesar de que es un hijo, entre comillas, de Arendt. Hay alguna herencia de Arendt en Jürgen Habermas. De todas formas, reduce el concepto de pluralidad a esta suerte de comunidad ideal de diálogo.


J.G.A.: Lo que sí está surgiendo, en el otro frente, en el del adversario, son filósofos inquietantes que están reinventando el fascismo o, al menos, un hiperliberalismo insolidario. ¿Cuál es su impresión sobre el actual momento de la filosofía?


F.B.: Una parte de los debates en los que se ha centrado la izquierda filosófica ha estado inmersa en distinciones estériles entre comunitarismo y liberalismo, cuando en realidad no son estos los problemas que están planteados. Ahora hay, por otra parte, una tentativa de ir más allá de los relativismos filosóficos vinculados a la postmodernidad o los diversos postmodernismos, con una suerte de retorno de lo que se podría llamar universalismo, como si ésta fuera una apuesta política importante. Posiblemente, es una apuesta política importante, pero sin consecuencias en el mundo político. Hay una parte del discurso filosófico que anda buscándose a sí mismo después de haberse perdido; no me refiero sólo a la crisis de los grandes metarelatos, del marxismo y demás, sino también, por otra parte, la puesta en cuestión de la categoría de razón, o de la propia idea de lo que es un pensamiento crítico, que ha dejado a la filosofía con las manos vacías, sumida en la perplejidad, lo que afecta a los acontecimientos políticos que nos toca vivir. También es cierto que, como decía Hegel que la filosofía siempre llega tarde a todas partes.


J.G.A: Se nota como una resurrección de Heidegger que quizás tenga que ver con la resurrección de Hannah Arendt.


F.B.: No me atrevo a emitir juicios serios sobre esto. Pero creo que Heidegger es para la filosofía contemporánea una de las grandes figuras. A pesar de sus actitudes políticas, hay en su pensamiento algo que nos interesa a los que nos definimos, entre comillas, de izquierda, como interesa Benjamín, Adorno, Lombard, Foucault etc. Heidegger sigue siendo un punto de referencia importante, y habría que preguntarse por qué los pensadores que más nos interesan en este momento, o nos han interesado más estas últimas décadas, Benjamín o la misma Arendt han sido notablemente difundidos por Heidegger. Tal como yo me ubico en el pensamiento filosófico, me interesa mucho más otro pensador del siglo XX, que es Wittgenstein, que se puede repensar en la actualidad y que puede dar pistas importantes. Creo recordar que ahora se cumplen los 50 años de la publicación de sus Investigaciones Filosóficas, un aniversario que ha pasado sin pena ni gloria.


J.G.A.: ¿Puede decirme algo más del libro que prepara?


F.B.: Es una monografía sin pretensiones exhaustivas, ni mucho menos. Simplemente reflejo los temas que me han interesado más de Arendt. Me parece muy importante, a pesar de que historiográficamente ha sido muy discutido, su análisis del totalitarismo, que es incompleto, pero que apunta algunos aspectos muy reveladores, como el tratarlo como un acontecimiento que no tiene precedentes. Como si los hechos del totalitarismo hubieran acabado con todas nuestras categorías de juicio moral y político y no tuviéramos ya herramientas con las que dar cuenta del propio presente. Ella ha tratado de dignificar el espacio de lo político una vez que la filosofía ha obviado siempre esta dimensión, y una vez que hechos como los del totalitarismo han acabado con una desertización del mundo de lo político. También me parece muy interesante este tratamiento de la libertad política como distinta a la justicia social.


J.G.A.: También puede tener mucha actualidad el análisis que ella hace del problema judío al hilo del conflicto palestino.


F.B.: Creo que sí. Poco después de la II Guerra Mundial, Arendt estaba planteando serias críticas al estado de Israel y a cómo se estaban manejando las relaciones entre Israel y Palestina. Son textos que en castellano tampoco están traducidos. Los hechos le han ido dando la razón. Si bien ella habla de una época ya lejana, sus juicios siguen siendo válidos y el conflicto está mucho más agudizado de lo que estaba y de lo que preveía ella misma.

Print this post

0 Comments:

Related Posts with Thumbnails