lunes, 20 de julio de 2009
En memoria de Ralf Dahrendorf (1929-2009)
por Facundo Calegari
Aparecido originalmente en Ciudadanía & Democracia,
20 de junio de 2009 (ir al enlace original)
por Facundo Calegari
Aparecido originalmente en Ciudadanía & Democracia,
20 de junio de 2009 (ir al enlace original)
Una pesada sensación de desanimo inunda hasta a los temperamentos más rudos ante la noticia de que Ralf Dahrendorf ha fallecido en Colonia a la edad de 80 años.
La aristas principales de la vida de este gran individuo estuvieron signadas por la expresión de una virtuosa dualidad: lejos de ser aquella clase de pensadores que reposan cómodamente en la parsimoniosa tranquilidad de sus vidas académicas, Dahrendorf se asumió desde muy corta edad como un hombre de la Política (esa que se escribe con mayúsculas, por ser mayúscula). Su gordiana preocupación por la libertad en sus múltiples aspectos no fueron resultado de sus reflexiones intelectuales o de alguna clase de racionalidad inmanente en su interior: Dahrendorf comprendió la importancia de la libertad desde su abrupta y catastrófica entrada a un campo de exterminio Nazi y desde la forzosa resistencia que planteó a lo que posteriormente significó la República Democrática Alemana.
De ahí en más, su vida política adoptó la forma de un ascetismo cruzado por la realización (intelectual, pero ante todo práctica, insisto) de una de sus preocupaciones cívicas centrales: la posibilidad de una democracia liberal que, parafraseando a John Dewey, logre redescribir los vicios de aquel viejo individualismo decimonónico para trocarlos por un sistema de libertades que se oponga a las atroces desigualdades que calaban su alma y la de muchos de sus compatriotas continentales.
Su presagiosa vida intelectual hizo que en una de sus principales obras, Dahrendorf forjara lo que sólo su gigantesco e iluminado intelecto podría forjar: por un lado, el reconocimiento de la genialidad analítica de Karl Marx en la caracterización del sistema capitalista moderno y su importancia en la moderna estructuración social, por otro lado, la contundente demarcación analítica hacia todas aquellas interpretaciones marxistas a las cuales consideraba políticamente vacuas o sociológicamente errantes.
Ya sea como diputado del parlamento alemán, como comisario europeo o desde su estancia en Inglaterra como director de la London School of Economics y el St. Anthony’s College de Oxford, Dahrendorf continuó fiel al peso de su intelectualidad sociológica y a la honestidad de sus pulsiones políticas más viscerales. Sus incalculables aportes a las Ciencias Sociales y los propios realizados en la titánica tarea de dar forma a lo que en la actualidad se conoce como Unión Europea, le granjearon a Dahrendorf nada menos que el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2007.
La miserabilidad humana en cualquiera de sus mezquinos lenguajes podrá intentar hacer de Ralf Dahrendorf un vacuo pensador del orden y la armonía elitista (sobre todo en las informes y esquizofrénicas latitudes que nos circundan más inmediatamente).
Pero todos aquellos que reconozcamos las verdaderas preocupaciones morales, intelectuales y políticas de Ralf Dahrendorf, no dejaremos de extrañar su capilar debilidad ante la complejidad de los hechos sociales, las mismas que lo hicieron negar cualquier posibilidad de resolución definitiva de la conflictividad y sostener a la democracia como la natural y necesaria canalización institucional de los conflictos sociales.
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