viernes, 8 de febrero de 2008
A 170 años de aquél poema lleno de dolor, de la Argentina que se conmovió con el horrendo crimen contra la organización nacional y contra su pueblo -el asesinato del General Juan Facundo Quiroga (1835) que Borges supo como pocos relatar-; de la Argentina que tapó su historia y disfrazó de venganza y justicia la traición nacional, la miseria personal, la memoria frágil y mentirosa que derrama más sangre y más llanto; a 170 años de los festejos "populares", de la estafa sangrienta: ofrecemos esta poesía de Juan Cruz Varela.
Juan Cruz Varela
1794 - 1839
Porteño. Se educó en Córdoba. El principal poeta de su época. Representa el clasicismo académico del siglo XVIII, que en la Argentina se prolongó hasta después de 1830. Tradujo a Virgilio, a Horacio, a Ovidio; imitó a Boileau. Escribió dos tragedias, Dido (1823) y Argia (1824). Cantó a la independcia, como Vicente López y Planes, Esteban de Luca, Juan Crisóstomo Lafinur, Fray Cayetano Rodríguez. En la época rivadaviana fue el poeta del progreso. Durante la época de Rosas, emigró a Montevideo, como su hermano Florencio (1807-1848), enérgico periodista político, y allí murió.*
"...Por dieciséis años enmudece la palabra Constitución, en los labios argentinos: Quiroga se la ha llevado a la tumba, a esa tumba artística que la mejor estatua -del Dolor- embellece, a pocas varas del pórtico, la ciudad del Silencio; tumba muda, sin inscripción, sin nombre, sin cifra, como sin dueño, porque así lo exigió la civilización contra la barbarie legendaria, la prensa liberal de Buenos Aires contra la víctima del déspota, inmolada a un ideal que purga sus pecados."**
"Ya raya la aurora del día de Mayo:
salgamos, salgamos a esperar el rayo
que lance primero su fúlgido sol.
Mirad: todavía no asoma la frente,
Pero ya le anuncia cercano al oriente
de púrpura y oro brillante arrebol.
Mirad esas filas; el rayo, el acero,
Los patrios pendones, la voz del guerrero
al salir el astro saludo le harán;
de párvulos tiernos inocente coro
alzará a los cielos el canto sonoro
y todas las madres de amor llorarán.
Los patrios pendones, la voz del guerrero
al salir el astro saludo le harán;
de párvulos tiernos inocente coro
alzará a los cielos el canto sonoro
y todas las madres de amor llorarán.
Por los horizontes del Río de Plata
el pueblo en silencio la vista dilata
buscando en las aguas naciente fulgor;
y el aire de vivas poblárase luego
cuando en el baluarte con lenguas de fuego
anuncie el momento cañón tronador.
Cándida y celeste la patria bandera
sobre las almenas será la primera
que el brillo reciba al gran luminar:
y ved en las bellas cándida y celeste
como la bandera de nítida veste
en gracioso talle graciosa ondear.
Yo he sido guerrero: también ha postrado
mi brazo enemigos: me lo ha destrozado
la ardiente metralla del bronce español.
No sigo estandartes, inútil ahora;
pero tengo patria... Ya luce la aurora
y seré dichoso si miro este sol."
Así entre extranjeros que absortos oían,
ya a ver esta pompa de lejos venían,
hablaba un soldado, y era joven yo.
¡Qué Mayo el de entonces! ¡Qué glorias aquellas!
¡Pasaron! ¡Pasaron! Ni memoria de ellas
consiente el tirano que el mando robó.
¡Ay, sella tus labios, antiguo guerrero,
y no hables ahora si ansioso extranjero
la gloria de Mayo pregunta cuál es!
Sí, sella tus labios, reprime tus iras,
¡Ah, no te desprecien los hombres que miras,
espera los días que vendrán después!
¡En vano se abrieron de oriente las puertas!
¡Como en negra noche mudas y desiertas
las calles y plazas y templos están!
Sólo por escarnio de un pueblo de bravos
bandas africanas de viles esclavos
por calles y plaza discurriendo van.
Su bárbara grita, su danza salvaje
es en este día meditado ultraje
del nuevo caribe que el Sur abortó.
Sin parte en tu gloria nación Argentina,
tu gloria, tu nombre, tu honor abomina:
en su enojo el cielo tal hijo te dio.
Feroz y medroso, desde el hondo encierro
do templado mora, la mano de hierro
tiende sobre el pueblo mostrando el puñal:
Vergüenza, despecho y envidia le oprimen;
los hombres de Mayo son hombres de crimen
para este ministro del genio del mal.
Sin él patria, leyes, libertad gritaron,
sin él valerosos la espada empuñaron,
rompieron cadenas y yugo sin él.
Por eso persigue con hórrida saña
a los vencedores de su amada España;
y en el grande día la venga cruel.
El Plata, los Andes, Tucumán hermoso,
y Salta, y el Maipo, y el Perú fragoso
Vilcapugio, Ayuma, Moquegua, Torata.
¿le vieron acaso pugnar y vencer?
donde la victoria nos fue tan ingrata,
¿le vieron acaso con gloria caer?
A fuer de cobarde y aleve asesino,
espiaba el momento que al pueblo argentino
postrado dejara discordia civil;
y al verle vencido por su propia fuerza
le asalta, le oprime, le burla y se esfurza
en que arrastre esclavo cadena servil.
¡Oh Dios! No supimos vivir como hermanos;
de la dulce patria nuestras mismas manos
las tiernas entrañas osaron romper.
¡Y por castigarnos al cielo le plugo
hacer que marchemos uncidos al yugo
que obscuro salvaje nos quiso imponer!
¿Y tú, Buenos Aires, antes vencedora,
humillada sufres que sirvan ahora
todos tus trofeos de alfombra a su pie?
¿Será que ese monstruo robártelos pueda
y de ti se diga que solo te queda
el mísero orgullo de un tiempo que fue?
¿Qué azote, qué ultraje resta todavía,
qué nuevo infortunio, cara patria mía,
de que tú no seas la víctima ya?
¡Ah, si tu tirano supiese siquiera
reprimir el vuelo de audacia extranjera
y vengar insultos que no vengará!
De Albión la potente sin duro castigo,
del Brasil, de Iberia bajel enemigo
la espalda del Plata jamás abrumó.
¡Y hora extraña flota le doma, le oprime
tricolor bandera flamea sublime,
y la azul y blanca vencida cayó!
¿Qué importa al perjuro tu honor o tu afrenta?
Los heroicos hechos que tu historia cuenta,
tus días felices, tu antiguo esplendor,
deslumbran su vista, confunden su nada,
y el bárbaro intenta dejar apagada
la luz que a los libres en Mayo alumbró.
Tú, que alzando el grito despertaste un mundo
postrando tres siglos en sueño profundo
y diste a los reyes tremenda lección,
¿de un déspota imbécil esclava suspiras?
¡Eh! contra tu fuerza ¿qué valen sus iras?
¿No has visto a tus plantas rendido un león?
¡Hijos de mi patria, levantad la frente
y con fuerte brazo la fiera inclemente
que lanzó el desierto de un golpe aterrad!
Lavad vuestra mancha, valientes porteños,
y mostrad al mundo que no tiene dueños
el pueblo que en Mayo gritó Libertad.
*Antología Clásica de la Literatura Argentina, Borges J. L y Hureña P. H., Seix Barral, Buenos Aires, 1998 (primera edición de 1937).
**Juan Facundo Quiroga, Peña D., Hyspamérica, Buenos Aires, 1986.
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